¿Qué lecciones puede aprender la industria nuclear del accidente de Fukushima Dai-ichi? La primera de ellas es que las plantas nucleares son unas de las construcciones humanas mejor adaptadas para resistir a accidentes naturales de magnitud extraordinaria, como lo demostraron las centrales nucleares de Japón. Otra es que la resistencia de las plantas nucleares ubicadas en áreas de alto riesgo sísmico, especialmente aquellas en zonas costeras expuestas a tsunamis, que son la minoría, debe ser reevaluada y, eventualmente, reforzada.
Cualquier comparación de lo que pueda suceder en Fukushima Dai-ichi con lo que ocurrió en Chernobyl no es técnicamente correcta, en la medida que, en aquel trágico accidente, se dispersaron materiales radioactivos en grandes cantidades y sobre grandes distancias debido a la energía liberada por el incendio de centenares de toneladas de grafito existentes en el interior del reactor, el cual llevó días en ser contenido. En un reactor en base a agua, que no utiliza grafito u otra forma de acumulación de gran cantidad de energía liberable en un corto periodo, como son las plantas BWR afectadas y las PWR que en conjunto componen el 90% de la totalidad de las plantas a nivel mundial, no existe la suficiente energía disponible para tal dispersión. En el peor de los casos, esa dispersión se limitaría al radio de evacuación y, en menor medida, al radio de refugio ya establecidos en la región.
El análisis técnico profundo del accidente ha generado muchas lecciones aplicables no sólo a plantas de tipo BWR, sino también a las demás plantas en funcionamiento, así como las que están en diseño y construcción, perfeccionando la seguridad en un proceso de mejora continua. Esto ocurre sistemáticamente en la industria nuclear tanto para accidentes poco significativos como para otros mucho más graves como el que se vivió en Japón. Así fue con los accidentes de Three Mile Island en EEUU y el de Chernóbil en la antigua URSS.
Las demandas de acciones inmediatas en busca de detener el funcionamiento o interrumpir la construcción de centrales nucleares son impulsadas por el clima catastrofista que predomina en la cobertura mediática del accidente, que tiene una gran influencia en la opinión pública, provocado por razones de naturaleza política e ideológica, las cuales, son legítimas en sociedades democráticas. Es por ello que debería ser una prioridad ofrecer la máxima transparencia y darle a esa opinión pública toda la información que sea precisa y tratar de no ocultar información como ha ocurrido con anterioridad, y que tanto daño ha causado a la credibilidad sobre la energía nuclear.
Incluso en el contexto de la tragedia que golpeó a Japón, la mayoría de las plantas nucleares afectadas permanecen en condiciones seguras, implicando las menores consecuencias posibles sobre las poblaciones afectadas. Estas consecuencias están mitigadas por la ejecución de un Plan de Emergencia Externo, que protege a las poblaciones evacuadas tanto bajo las condiciones que se dieron como para el peor caso posible de liberación de material radioactivo.
Estas son las 10 lecciones más importantes que se extraen del análisis del accidente por distintos agentes y organismos:
Periódicamente o cuando nuevos estudios, datos e investigaciones lo indiquen es necesario actualizar los planes de emergencia, medios y procedimientos.
Los sismólogos e investigadores ya tenían estudios que demostraban que existía una gran probabilidad de tsunamis de más de 20 metros en la costa donde está ubicada la central nuclear de Fukushima, incluso los responsables de TEPCO habían alertado de esta posibilidad, pero tras algunas conversaciones internas, y con el pretexto de que se basaban en supuestos teóricos, se pospuso la solución a la espera de nuevos estudios, que se estaban produciendo en el momento del desastre. Incluso la autoridad reguladora NISA había sugerido a TEPCO, pero no ordenado, que intensificasen las investigaciones sobre tsunamis y las incluyeran en sus planes de seguridad.
Japón es internacionalmente reconocido por la experiencia que tiene en tsunamis y terremotos y en los riesgos que estos entrañan. Los académicos y expertos industriales japoneses han ayudado a países de todo el mundo a entender y establecer su propio estudio de riesgos en caso de tsunami o terremoto. En el informe, la IAEA, sin embargo, señala que “…problemas de organización impidieron que se aplicara esta experiencia a casos prácticos…” en las centrales nucleares de Fukushima Dai-ichi y Dai-ni. La incapacidad institucional de Japón para aplicar en el sector nuclear sus conocimientos y experiencia sobre la peligrosidad de los tsunamis y terremotos quedó patente cuando NISA aprobó la extensión del ciclo de vida de un reactor de la central Fukushima Dai-ichi, poco antes del accidente, sin demandar ninguna modificación, ni siquiera una revisión en profundidad de las protecciones contra tsunamis que tenían más de 40 años.
También se pone en entredicho la metodología sobre análisis probabilísticos de riesgos. Cuando se afirma que la energía nuclear es segura se asume el supuesto de que es muy poco probable que ocurra un accidente en el que se libere una cantidad de radionucleidos considerable. Se establece que para los accidentes que se clasifican como sucesos “base de diseño”, el diseño de una central debe garantizar que no habrá pérdidas de radiactividad significativas. A estos accidentes se les conoce como accidentes “razonablemente predecibles”. Los accidentes en que se produce una gran pérdida de radiación, como el ocurrido en la central de Fukushima, se denominan “de muy baja probabilidad” o “que van más allá de la base del diseño” porque hay una probabilidad extraordinariamente baja de que ocurran. Se considera que la probabilidad de que ocurra un accidente “que va más allá de la base del diseño” que conlleva una gran liberación de radionucleidos, es muy baja, por debajo de una entre un millón. Estas cifras se calculan mediante el análisis probabilístico de seguridad (APS). Sin embargo, el APS no proporciona estimaciones suficientemente fiables sobre la frecuencia de accidentes (probabilidades), ya que no tiene en consideración todos los factores pertinentes (por ejemplo, no puede saber si se ha hecho una supervisión reglamentaria incorrectamente) y los factores que sí incluye están plagados de incertidumbres (por ejemplo, lo relativo a terremotos).
El diseño de la mayor parte de los reactores actualmente en servicio, incluidos los de la central de Fukushima, se realizaron en los años 60. La “base de diseño” de los reactores se basó en accidentes “razonablemente predecibles”, esto es, accidentes que los expertos de la industria pensaba que podían ocurrir. Asimismo, los modelos y la metodología que se utilizan son los que había disponibles en aquel periodo de tiempo, hace más de 50 años.
Durante mucho tiempo la industria nuclear y los reguladores estaban convencidos de que la baja probabilidad de que un componente fallase significaba que la tecnología nuclear era una industria de bajo riesgo. Sin embargo, el riesgo normalmente se calcula multiplicando la probabilidad (o frecuencia) por las consecuencias. Un evento de baja probabilidad puede ser de alto riesgo si las consecuencias son devastadoras. La mayoría de los estudios sobre riesgo nuclear calculan la frecuencia o probabilidad de un evento sin tener en cuenta la gravedad de las consecuencias, que es lo que haría una evaluación del riesgo verdadera. Así pues, es necesario realizar las modificaciones necesarias en el modelo para que sea más realista y se tengan en cuenta las consecuencias.
Es necesaria la continuidad en la refrigeración del núcleo. Si la refrigeración del núcleo se pusiera en peligro, se deben tomar medidas para que se reestablezca dicha refrigeración en el menor tiempo posible.
En Fukushima Dai-ichi, la confusión en cuanto al estado y control del sistema de refrigeración del núcleo afectó de manera adversa a la toma de decisiones y prioridades durante los primeros días del accidente. Un gran número de factores contribuyeron a esta confusión, entre los que se incluye; la falta de indicadores en la sala de control, la necesidad de manejar emergencias en unidades múltiples de manera simultánea y la dificultad de las comunicaciones.
En general, desde 1980 las estrategias de venteo para la vasija de contención primaria utilizadas en las centrales nucleares japonesas están diseñadas para demorar el venteo lo más posible para evitar liberar materiales radioactivos. Para llevar a cabo esta estrategia, las líneas de venteo incluyen discos de ruptura con un tamaño especial que no rompe hasta que la presión de contención alcanza dos veces el valor máximo de operación.
Sin embargo, los BWR de los Estados Unidos no disponen, generalmente, de discos de ruptura, y los procedimientos de operación de emergencia requieren que se inicie el venteo antes de que se alcance la presión de diseño de la contención. En cuanto a los Reactores de Agua en Ebullición de Japón, las directrices de procedimiento para atender dos veces el límite de presión establecida antes del venteo fueron desarrolladas considerando los resultados de los exámenes de integridad de contención llevados a cabo por el Laboratorio Nacional de Sandia (EEUU). Además, esta estrategia contribuyó a que disminuyera la efectividad de la inyección de agua.
También hubo dificultad para poder abrir las válvulas que permitían el venteo, ya que éstas se operaban con electricidad por lo que se debería desarrollar sistemas de apertura y cierre de válvulas con sistemas secundarios de emergencia no activados por electricidad y con la posibilidad de hacerlo a distancia. Supone todo un desafío técnico, pero seguramente viable.
Se requiere una buena estrategia para garantizar que la central tenga la cantidad necesaria de personal entrenado y capacitado en los diferentes puntos y salas de emergencias, para responder a accidentes de múltiples unidades, grado de estrés elevado y de larga duración. Esta estrategia debe asegurar la rotación, el número apropiado y las aptitudes del personal necesarios para atender accidentes graves. Adicionalmente se pueden incluir individuos que ayuden al supervisor a recabar información, verificar los parámetros críticos y analizar el progreso del accidente.
Afortunadamente, el tsunami ocurrió un día de una semana laboral normal cuando había bastante personal en la planta. Los recursos normalmente presentes durante los turnos de tarde y fines de semanas habrían sido insuficientes para responder en las primeras horas del accidente.
El personal de operaciones en Fukushima Dai-ichi no era suficiente para atender varios días seguidos a accidentes con múltiples unidades implicadas. Los operadores de turnos permanecieron de guardia durante tres días sin dormir y en muchos casos, con la angustia de no saber el estado de sus familiares. Además, el personal dentro del Centro de Respuesta a Emergencias permaneció en sus puestos durante varias semanas, con descansos limitados.
El personal debe estar preparado y entrenado en situaciones como las que tuvo lugar, es decir debe estar preparado para actuar con la falta de indicadores por causa de la falta de energía eléctrica, y en aspectos emocionales que pueden influir en la toma de decisiones. El impacto del estrés elevado en el bienestar del personal, en el estado de ánimo y en la toma de decisiones que causa un accidente de larga duración es considerable, y es necesaria la atenuación de estos efectos con la debida preparación.
Respecto a los equipos, ya hemos comentado la falta de indicadores que dificultaba o impedía saber el estado de los diferentes parámetros de los reactores. Por ello es necesario disponer de medios alternativos para asegurar el conocimiento de los parámetros más importantes.
Debido a la falta de electricidad, también hubo muchos problemas para mantener una comunicación eficaz y fluida ya que los equipos de comunicación habitual fueron invalidados, por lo que sería necesario habilitar sistemas de comunicación alternativos y redundantes para que no se interrumpa en ningún momento. También es necesario que los responsables de la atención a emergencias de la central, estén concentrados en sus tareas sin tener distracciones innecesarias, por lo que se hace imprescindible un interlocutor para que comunique a la prensa y al público en general las informaciones que se tenga, y avisar claramente de decisiones importantes sobre evacuación, venteos, etc.
A una distancia prudencial de cada central nuclear deberían instalarse “puntos de potencia” diésel o eléctrica, esa potencia debería ser accesible de modo inmediato. Además, esos puntos estarían instalados discretamente cuando no secretamente. Una lección de Fukushima es que un ataque a una central nuclear no tiene por qué ser directo, puesto que eliminar el acceso a la potencia eléctrica (volando una torre de alta tensión) o inutilizar los generadores diésel (instalaciones normalmente menos vigiladas) es suficiente para provocar graves daños.
El centro externo de emergencias, que debía tener un papel importante en coordinar las labores de emergencias, no funcionó como se esperaba. Nunca estuvo completo porque los integrantes habían tenido dificultades en acceder a la zona debido a los daños ocasionados por el terremoto y el tsunami. El centro tampoco estaba diseñado con ventilación filtrada y tuvo que ser abandonado por los altos niveles de contaminación radiactiva. Así pues, es necesario que los centros externos de emergencias cumplan las debidas condiciones para que puedan cumplir su función.
El Centro de Respuesta a Emergencias de la central estaba ubicado en un edificio nuevo con diseño antisísmico y equipado con energía de respaldo y ventilación filtrada. El edificio, al que se conoce comúnmente como “edificio antisísmico”, fue construido como medida correctiva después del tsunami del 2007 que dañó las instalaciones de respuesta de emergencia en la central Kashiwazaki Kariwa de TEPCO. Después del terremoto y tsunami de Fukushima, el edificio antisísmico fue uno de los pocos edificios administrativos en Fukushima Dai-ichi operativos. Sin este edificio aislado sísmicamente, la capacidad del personal de la central para coordinar y administrar las actividades de respuesta habrían sido dificultadas de manera significativa, y la exposición a radiación del personal habría sido mayor.
Pero este edificio no estaba diseñado o preparado para el gran número de trabajadores que se requería para el accidente. Algunas de sus deficiencias eran la falta de comida, agua, baños, duchas y espacio para dormir. Además, las puertas de entrada no incluían áreas de compartimento hermético y el edificio tenía suelos enmoquetados. Como consecuencia, era imposible evitar que la contaminación entrara, ya que los trabajadores entraban y salían del edificio. La moqueta finalmente fue retirada porque se contaminó.
Otros equipos que pueden estudiarse para mejorar la capacidad de respuesta a accidentes son las luces de emergencia. Éstas funcionaban con baterías pero al inundarse el local donde estaban situadas, se inutilizaron. Una posible solución sería elevar el local donde estén situadas las baterías o establecer un mecanismo alternativo de suministro eléctrico. Lo mismo puede decirse de los generadores diésel de emergencia, puesto que les sucedió lo mismo que a las baterías. La capacidad de interconectarse eléctrica o mecánicamente sería conveniente, o incluso obligatorio, para cuando se tenga que sustituir un generador por otro (En el reactor U6 de Fukushima Dai-ichi se salvó un generador diésel de la inundación que sirvió para suministrar energía también al reactor U5).
La instalación de los recombinadores de hidrógeno pasivo en las contenciones evitaría la acumulación de hidrógeno durante el accidente. Además, sería aconsejable la instalación de sistemas de venteo independiente en cada edificio de reactores para permitir el venteo del hidrógeno que pudiera estar acumulado. En Fukushima se compartía el sistema de venteo entre dos reactores (U3 y U4) lo que provocó la explosión del reactor U4.
Los equipos e instrumentos de protección radiológica deben estar guardados en diversas ubicaciones, estar protegidos contra cualquier daño y tener acceso fácil para el personal. La mayoría de los equipos de protección radiológica quedaron destruidos por el tsunami. Por ello, los operadores fracasaron durante los intentos iniciales para acceder al edificio del reactor U1 sin equipo de protección y tuvieron muchas dificultades para estimar la tasa de dosis de contaminación radiactiva.
Cuando se cortó la electricidad en la central, dejaron de funcionar los ordenadores utilizados para actualizar los datos de dosis de radiación. Además, era necesario reiniciar los dosímetros de bolsillo a cero antes de entregar los dosímetros al siguiente usuario, y algunos de los trabajadores no reiniciaban los dispositivos. Se utilizó un sistema manual para registrar la dosis, pero este método tuvo muchos errores. La corrección de estos errores supuso un gran esfuerzo para garantizar que las dosis radiactivas estuvieran bajo control. Más adelante, se empleó un lector de código de barras para registrar la dosis del trabajador, que también tuvo algunos errores.
Los planes de evacuación de la central deben considerar la necesidad de tener técnicos de protección radiológica y demás personal para asegurar las operaciones que se requieran cuando ocurre un accidente. En Fukushima Dai-ichi, los técnicos de protección radiológica se reunieron después del terremoto para controlar la dosis radiactiva de los trabajadores que habían sido evacuados. Estos técnicos se quedaron en el área de seguridad hasta que disminuyó la inundación a causa del tsunami y cesaron las advertencias sobre la llegada de más tsunamis. Esto hizo que se produjera déficit en el apoyo de protección radiológica durante las primeras horas del accidente. Una de las posibles soluciones puede ser el asignar personal de protección radiológica a la organización de respuesta a emergencias para garantizar que estén disponibles en las primeras etapas del accidente. Como alternativa, los operadores podrían estar entrenados y se les podría dar todos los equipos necesarios para efectuar sus propias mediciones de dosis radiactiva.
Con respecto a los límites de dosis, se debe informar y entrenar a los trabajadores sobre el riesgo que representa sobrepasar dichos límites para que actúen en consecuencia. Los límites de dosis de radiación no permitieron flexibilidad en cuanto a la respuesta del accidente ya que se tenía establecido un límite de dosis de 100mSv para todos los trabajadores de la central y no había instrucciones para exceder el límite si fuera necesario. Esto hizo que se limitara la capacidad de solventar algunos problemas como el venteo o la refrigeración.
Posteriormente, el gobierno cambió el límite de la dosis de emergencia a 250mSv pero este cambio no se comunicó correctamente a los trabajadores, y originó pérdida de confianza y recelos entre los empleados.
TEPCO respondió rápidamente con el suministro de equipos y recursos necesarios, pero estaba tan concentrado en sus cometidos que no prestó la debida atención a las propuestas de ayuda que le hacían desde las distintas organizaciones nucleares nacionales o internacionales. Es por ello que se deben establecer planes y acuerdos a nivel nacional e internacional para facilitar dicho apoyo.
La IAEA debería promover la creación de un contingente internacional de intervención inmediata en caso de accidente nuclear en cualquier lugar del mundo. Tal medida iría acompañada de la elaboración de protocolos de actuación, normas, medidas y regulaciones globales. Por ese motivo, debería de imponerse una estandarización de medidas, protocolos y procedimientos que faciliten el entendimiento y la actuación de dicho contingente o de otras ayudas externas que se puedan necesitar.
Se necesita la colaboración internacional para identificar las estrategias óptimas y directrices sobre procedimientos. A partir del año 1980, las instalaciones y proveedores japoneses decidieron establecer sus propias estrategias de gestión de accidentes al margen de las desarrolladas por el de los Estados Unidos. Esta decisión estaba basada en los resultados de análisis técnicos y visiones divergentes sobre los riesgos relativos de estrategias diferentes. Por ejemplo, el diferente enfoque japonés sobre el venteo de la contención ya comentado.
Los procedimientos disponibles de otros países permiten que el hidrógeno de la contención primaria pueda ser venteado a la atmósfera, incluso a bajas presiones de contención. El retraso del venteo aumenta las posibilidades de explosiones de hidrógeno en las vasijas de contención primaria y la pérdida de hidrógeno dentro de los edificios de los reactores (a través de las juntas de penetraciones eléctricas e hidráulicas susceptibles de pérdidas a alta presión).
La participación activa en actividades de grupos internacionales de operadores y otros foros podría haber ayudado a TEPCO y a otras empresas japonesas a conocer las alternativas a las respuestas y a las estrategias de gestión de accidentes. Además, el debate sobre los enfoques japoneses en la gestión de accidentes y otros temas desarrollados en estos foros podría haber solventado dudas, y ofrecería una discusión constructiva a aquellos temas con diversos puntos de vista y perspectivas. Las empresas externas a Japón también se habrían beneficiado de la experiencia de operación que las empresas Japonesas podrían ofrecer.
Se debe hacer un esfuerzo internacional por promover la investigación en diversos puntos cruciales de los accidentes en centrales nucleares, por ejemplo, se debería hacer un gran esfuerzo internacional en la investigación de nuevos materiales que mejoren la aleación que forma las vainas, el zircalloy. El objetivo sería encontrar un material para la fabricación de vainas que no genere hidrógeno en ningún caso, y cuyo punto de fusión sea mucho más alto que el del zircalloy, manteniendo e incluso mejorando sus buenas propiedades de rigidez, conductividad, etc. Otro factor clave sería poder actuar remotamente por medio de robots. Debería desarrollarse una robótica específica para los accidentes nucleares. En Fukushima ha sido muy útil un conjunto de robots norteamericanos, de tecnología muchísimo menos sofisticada que infinidad de robots japoneses destinados a los juegos y al consumo doméstico.
Debido a que el accidente fue más allá de los previstos en los procedimientos existentes y la experiencia previa, fue necesario improvisar para intentar dominar el reactor y recurrir a los conocimientos fundamentales de la planta nuclear a fin de tomar las mejores decisiones. Muchas de las medidas que se tomaron indican que el personal tenía buen nivel de conocimiento y entrenamiento. Sin embargo, se identificaron oportunidades de mejora, ya que los operadores y el personal de respuesta a emergencias reaccionaron dubitativamente ante el impacto del tsunami. La mayor falta de conocimiento se puede achacar a los materiales de entrenamiento y prácticas que no se desarrollaron utilizando el enfoque sistemático necesario para el proceso de formación.
Como parte de la evaluación posterior al accidente, los responsables de la central concluyeron que la capacitación del plan de emergencia no había sido lo suficientemente realista al tratar las situaciones que se vivieron durante el accidente. Por ejemplo, no se había preparado al personal en siniestros simultáneos en múltiples unidades. Los simulacros de los planes de emergencia no entrenaban a los responsables mediante la eliminación de los indicadores, equipamiento e instalaciones que no siempre estarían disponibles. Los simulacros no incluían errores en la información, o deficiencias en la comunicación al personal del Centro de Respuesta a Emergencias y poder así prepararlos para el trabajo en equipo y las habilidades de diagnóstico.
La preparación del personal se llevaba a cabo a través de un aprendizaje informatizado. Si bien el material de capacitación era muy amplio, no tenía la profundidad ni el nivel de detalle que se necesitaba para instruir sobre la evaluación de parámetros críticos, como las limitaciones de la instrumentación. Por ejemplo, en los materiales de capacitación no se preparaba al personal sobre la falta de los indicadores luminosos indicativos del nivel de presión en la vasija del reactor. La dependencia de la formación informatizada y poco frecuente (cada tres años) hace que la retención del conocimiento y el entendimiento se vean afectados.
Los operadores utilizaron y se entrenaron en simuladores que no se correspondían con el modelo al que finalmente iban destinados, por ejemplo, los operadores del reactor U1 se entrenaba con un simulador del reactor U4, que no contaba con el sistema del condensador de aislamiento.
La historia ha demostrado que los accidentes de las centrales nucleares y sus antecedentes tienen lugar a partir de la toma de una serie de decisiones y medidas que reflejan fallos en los supuestos base, valores y creencias en las organizaciones de operación. Por ejemplo, el accidente de Three Mile Island se produjo por supuestos erróneos sobre la importancia de evitar que el presurizador se llenara completamente, lo que hizo que los operadores cerraran, erróneamente, las bombas de inyección de seguridad que se necesitaban para enfriar el núcleo. El accidente de Chernóbil tuvo que ver con la falta de apreciación de aspectos únicos de la tecnología nuclear (particularmente el control de reactividad) y la importancia de operar la planta de acuerdo con la base de diseño y procedimientos de operación, por lo que se tomó decisiones erróneas para deshabilitar los sistemas de seguridad con el objeto de realizar una evaluación.
Las medidas de TEPCO durante los pasados 10 años sirvieron para fortalecer varios aspectos de la cultura de seguridad nuclear. Desde que se descubrieron falsificaciones de informes en 2002 de las inspecciones para ocultar las grietas en algunos sistemas de los reactores de 13 de sus 17 centrales nucleares, entre ellos los reactores de Fukushima Dai-ichi, TEPCO reforzó los procesos y controles de administración y adoptaron un programa de medidas correctivas y un sistema de mejora de la calidad. En 2008, TEPCO desarrolló unos principios de cultura de seguridad basados en los principios y atributos usados por la Asociación Mundial de Operadores Nucleares (WANO en sus siglas en inglés).
Un principio importante en la cultura de seguridad debe ser la permanente actitud de cuestionar los supuestos dados por buenos durante mucho tiempo. Los procedimientos operativos de TEPCO, creados en 1994 no contemplaban la posibilidad de una pérdida total y prolongada de electricidad en una central nuclear (Station BlackOut). Cuando los trabajadores acudieron al manual de emergencia, las preguntas que estaban buscando simplemente no estaban allí. Esta falta de previsión no es achacable solo a TEPCO, ya que las directrices de los reguladores gubernamentales, como NISA y la Comisión de Seguridad Nuclear (NSC), tampoco consideraban un apagón total de un reactor de agua ligera, porque lo razonable es que se retomara enseguida la energía eléctrica por medio de baterías o por los generadores diésel de emergencia.
Es de vital importancia que los órganos reguladores se desvinculen de los diferentes gobiernos que fomentan la energía nuclear y de los operadores nucleares, ya que como su propio nombre indica, deben regular el funcionamiento de las centrales nucleares que están bajo su mandato. A pesar de que el artículo 8.2 de la Convención Internacional sobre Seguridad Nuclear exige que los reguladores nucleares nacionales estén separados de los organismos dedicados a promocionar la energía nuclear, no existe un mecanismo internacional efectivo que controle su cumplimiento.
Una de las causas fundamentales del desastre de Fukushima fue la incapacidad del regulador japonés para prever, reconocer y hacer cumplir estándares basados en el riesgo público. Este fracaso puede atribuirse, en parte, a la estrecha relación del regulador japonés con la política del gobierno para fomentar la política nuclear y sus íntimas conexiones con los operadores nucleares. A menudo la industria nuclear está muy interrelacionada con los reguladores debido a la especialización que requiere la tecnología nuclear. Para contrarrestar esta tendencia, se debe separar, a nivel estructural y político, a los reguladores de la seguridad nuclear de la industria que pretende regular.
Desgraciadamente, en muchos países e industrias y no solo en la industria nuclear, es muy común la práctica por la cual los altos funcionarios del Gobierno obtienen puestos de trabajo de alta remuneración en las industrias que anteriormente regularon, mientras que los altos funcionarios de la industria son designados para formar parte de los comités consultivos del Gobierno que diseñan la política gubernamental. Esta práctica es muy peligrosa y habría que hacer el esfuerzo de erradicarla.